PAISAJES

Relato corto

Fascinación. El espíritu de las montañas ante los ojos maravillados. Aire golpeando en la cara. Pensamiento contemplativo. Y mas allá del camino serpenteante, Iruya.

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Mirada soñadora la de los niños que salen al encuentro de los vehículos. “Pero .. de donde salen, donde estará su casa?” … Ellos piden “alguna cosita”. No hay especificaciones, pero es bueno tener a mano caramelos, galletas, juguetes. Cosas de chicos. La sonrisa que regalan es lo más cálido que existe en la soledad de esos parajes.

Iruya lucha por conservarse...

Lamentablemente, hiere la basura a simple vista. Pero la pachamama

no devora esta negligencia humana. Que alivio, que en aquella callecita empinada de este pueblo colgado en la montaña, se observe un aporte sencillo:

Caminar, descubrir, es algo natural en un entorno de tanta belleza agreste. San Isidro está a 3 horas a pié de Iruya. Imperdible. Puro ascenso tranquilo, sorteando el río una y otra vez, en medio de la majestuosidad del entorno … y … que minúscul@s somos !
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En ese entorno de naturaleza desafiante …“Como es posible?” si, allá, en lo alto, en lo mas alto de la montaña vive gente ! Y todo lo que hay en el humilde caserío es llevado a hombro, mula o caballo hasta la cima... La Iglesia y su sencillez.

No se puede creer, que después del paseo bajo un sol que es implacable, se pueda disfrutar de una cerveza, allá, arriba, junto al silencio y la paz de un lugar inolvidable.

Sensaciones encontradas. Inmensidades y pequeñeces.